19 de març 2010

Retirada de Catalunya el 1939 al Ripollès / 16

Fet l’ampli repàs dels testimonis sobre el penós pas de ferits i malalts instal·lats de manera provisional al Ripollès durant els darrers dies de la retirada de Catalunya de 1939, entrarem en el moment d’explicar el pas de les darreres unitats de combat de l’exèrcit republicà, que malgrat la seva desorganització, feren un digne paper, retrasant al màxim l’avenç de les tropes franquistes.

Davant la insultant superioritat en homes i material que podien exhibir els militars sublevats, mai, en cap moment, el seu avenç fou un camí de roses, o potser, no es volia posar innecessàriament en perill la vida.
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Imatge: Portada del llibre de Jorge M. Reverte La caída de Cataluña (2006)

En el llibre de Jorge M. Reverte La caída de Cataluña (2006) hi ha dos testimonis, que cal llegir molt atentament, ja que segurament tenen moltes contradiccions, però que ens retraten un ambient ple d’informacions maldestres i d’un gran caos. La primera es datada el 6 de febrer de 1939:

“Olot ya es un caos. Hombres y mujeres sin control ninguno saquean los almacenes de la ciudad para llevarse los víveres y las ropas que puedan. Hay otros que destrozan todo lo que encuentran a su paso. Es una terrible muestra de la destrucción del Estado republicano en Cataluña.
Jaume Aguiló, de la 60 división contempla el triste espectáculo de los civiles marchándose del pueblo con todo lo que han arramblado. De su brigada, la 84, ya no queda nada que se parezca a una unidad militar. Cada uno ha salido como ha podido en dirección a Francia. Lo han intentado por Camprodon, pero el paso está cortado por los franquistas.
Con un grupo de doscientas o trescientas personas más, Jaume se dirige hacia Setcases. Hay entre las dos poblaciones una llanura inmensa. El francés que acompaña a Aguiló es del Rosellón y le habla en catalán y, al contemplar la llanura, exclama:
—¡Hostias, como venga la aviación aquí!
Ha sido una terrible premonición. No ha acabado de decirlo cuando media docena de cazas comienzan a ametrallar a los fugitivos, civiles y militares, adultos y niños, qué más da. Por todas partes caen cuerpos acribillados sin piedad por los pilotos italianos.
Jaume y su compañero se tiran a una cuneta para protegerse de las balas.
—Me cago en Déu, ahora que estoy llegando a casa, me matarán —dice el francés maldiciendo su mala suerte.
Pero no ha llegado su hora. De la cuneta pasan a esconderse bajo un carro, en lugar de refugiarse en una masía que se está llenando de civiles y militares desesperados. Su decisión ha sido providencial. Uno de los aviones consigue hacer diana con una bomba en el pequeño edificio, que revienta.
Cuando Jaume se acerca a ver lo que ha sucedido, se encuentra con un amasijo de cadáveres de personas y animales. Es el peor espectáculo que ha contemplado en toda la guerra. Él, que es un veterano del Ebro, que pensaba que ya lo había visto todo.
Cuando los pilotos se aburren de ametrallar a los que huyen, Jaume se reencuentra con algunos compañeros de su brigada y reanudan la marcha hacia Setcases. Pero un campesino les disuade de ello: los franquistas ya están allí. Les señala otro camino y les dice que podrán encontrar una ma¬sía donde pasar la noche, y continuar luego hacia Francia. Para no perderse deberán mantener siempre como referencia un pico que les señala con el dedo".

La informació de que Camprodon i Setcases era ja en mans franquistes el 7 de febrer és totalment incorrecta. El dia següent, 7 de febrer de 1939, el mateix Reverte ens informa que una unitat de l’exèrcit republicà dormirà a Sant Joan de les Abadesses, tot venint de la plana de Vic, on aconsegueixen eludir la voladura del pont de Roda sobre el riu Ter.

“Algo más lejos de la frontera se encuentran los hombres de la 32 división, del XI cuerpo de ejército republicano. Esta noche van a dormir en Sant Joan de les Abadesses, después de haber pasado un auténtico calvario de miedo, hambre, frío y agotamiento.
Han eludido por auténtico milagro a las tropas que les persiguen. En Roda de Ter, sus propios camaradas les han impedido cruzar el puente, que iba a ser volado por los de Ingenieros. La fuerza del agua les ha disuadido de cruzarlo a nado. Pero alguien les ha informado de que, río abajo, hay una pasarela de madera que era utilizada por los trabajadores de las fábricas. Han tenido que pasar con gran cautela, un máximo de dos hombres por vez. Lo han logrado. Los franquistas les pisan los talones.
Pere Belart oye la brutal explosión que derriba el puente al poco de cruzar la pasarela”.